miércoles, 3 de diciembre de 2008

Lo que el niño necesita

No se por qué provoco esas reacciones en los adultos. A veces veo sus caras de asombro, como si hablaran con uno de los suyos, o incluso uno más experimentado. Ahora esta señora me acaba de acariciar el mentón con cara de "Ay que rico nene".

Señora, dése cuenta: No sólo tengo 17 años, además acabo de hacer un examen de degustación de casi todas las bebidas alcohólicas que hay en la carta. Oiga, no soy un bebé. O a lo sumo soy un bebé muy insano.

Con razón a mi madre no le gusta el camino que eligió su bebé. Bueno, era lógico. Si lo viese ahora, esquivando postes de luz por avenida de mayo... Se le fue un poco de las manos el bebé, que ahora observa a un grupo de turistas que se ríen de un empleado del estado que está colocando las luces para navidad en la avenida.

De todas formas el bebé vivió más que muchos de los que tienen su misma edad. Al fin y al cabo algo lo llevó a estar sumido en esa locura que a veces disfruta.

El bebé tiene 17 y tendrá una guitarra para poder seguir expresando lo que siente al mundo, que es tan extraño que jamás lo terminará descubrir. Pero el bebé no puede vivir a paja, vino y rock and roll. El bebé necesita lo que todos necesitamos para vivir. El combustible de la vitalidad espiritual. Ése que te mata y te resucita. El que te salva de las bestias y el dragón que te traga.

Ya es muy tarde. Vivir con las luces apagadas hace que ya no te vean. Es más sano y más seguro hasta que prendes la luz y te das cuenta de que ya no tenés esos 5.000 caballos de fuerza de los que pasaste a depender una vez que los tuviste.

El bebé se portó muy mal. Merece su castigo, para que aprenda y pague.

Pero el bebé necesita amor si quiere seguir viviendo y crecer.